Un joven de 29 años -especializado en energías renovables- creó un proyecto basado en la construcción de casas, a partir de botellas de plástico y arena, para un campamento de refugiados en el desierto, donde busca un futuro más próspero entre la bioconstrucción y la arquitectura de emergencia.
Pareció que no había salida. Que su título de refugiado lo dejó sin el derecho a tener una casa o una vida digna, pero él se negó a aceptar. Pensó, probó y lo logró. Desde el desierto, con un presupuesto ínfimo, consiguió su primer objetivo: construirle un hogar a su abuela. La idea rompió con prejuicios, siendo una salida viable con materiales tan simples como botellas de plásticos y arena.
Su nombre es Tateh Lehbib y se le pueden adjudicar muchos títulos. La primera etiqueta que quiso tener era de periodista, pero cuando fue a estudiar se dio cuenta que desde allí no podría hacer mucho. La primera etiqueta que le pusieron era de refugiado. Sin reducirse a eso, este joven se dio cuenta que en los campamentos faltaban arquitectos e ingenieros para cambiar la forma de vivir y desde allí comenzó.
Lehbib se puso a estudiar la especialidad de energías renovables para lograr transformar su realidad: “Al principio los refugiados rechazaban la idea de una casa porque siguen pensado que estamos de paso en el campamento y yo lo entiendo, pero también quiero vivir dignamente, aunque sea un refugiado”, afirmó a un medio de comunicación español.
El primer objetivo que tuvo Tateh Lehbib era solucionarle el problema de vivienda de su abuela, a partir de su estudio dentro de las energías renovables. Ella era una de las afectadas por las inundaciones que destruyeron los campamentos de Tinduf, donde viven los refugiados desde hace más de cuatro décadas tras el conflicto bélico del ex Sáhara español con Marruecos a finales de los 70.
Primero pensó cómo podría resolverlo. Aplicó sus estudios y empezó a probar con los materiales que tenía a su alrededor. Intentó armar una bóveda Nubia, pero no funcionó. Luego, construyó un techo verde de chapas y botellas de plástico. Pero tampoco. Lo que sí, este último proyecto -basado en la arquitectura de emergencia– le dio una idea, en donde pudo combinar esas botellas de plásticos con arena: “El adobe es poco resistente y en esa parte del Sáhara tiene mucha sal y es más frágil, pero las botellas de plástico reducen el calor, ayudan a reciclar un material difícil de degradar y reducen la basura”.
Entonces, creó el proyecto basado en la bioconstrucción, en donde las casas con forma circulares tenían sus paredes y cimientos construidas con botellas de plástico rellenas de arena y agregó cemento para revestir el hogar y madera para hacer la puerta y las ventanas.
Este proyecto de arquitectura de emergencia, llevado a cabo por Lehbib, mejora las casas de lonas y de adobe que se solía construir para los refugiados, porque ofrece mejor aislamiento –tanto para el calor o el frío- y son más sólidas para las tormentas de arenas o lluvias torrenciales que suelen ocurrir en los desiertos.
A partir de la creatividad de Tateh Lehbib y de aprovechar los materiales para la bioconstrucción, supo cambiar la realidad con un bajo costo económico, pero sobre todo con la aplicación de su formación dentro de las energías renovables. Saber los beneficios de cada material fue una pieza fundamental para poder generar una arquitectura de emergencia óptima ante estos conflictos civiles, en donde este joven de 29 años pudo dar una solución. Y no solo eso, sino que lo aplicó y logró cumplir su objetivo final: cambiar su realidad.
Y tú, ¿estás listo para mejorar tu realidad a partir de la bioconstrucción?
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