En el momento en que se trata con una nueva y revolucionaria tecnología se debe tratar de solucionar todos los problemas directos o indirectos que pueda causar, para así poner fin al problema desde el inicio. Por lo tanto, la impresión 3D para poderla llamar una tecnología innovadora debería proteger el medio ambiente, en la medida que se pueda.
Es posible a día de hoy, medir la huella ecológica de la impresión 3D a través de ciertos parámetros.
Principalmente, estarían los materiales usados en su producción. Dos de los materiales más usados para la impresión 3D son el PLA y el ABS; el primero es de procedencia vegetal y el segundo es un derivado del petróleo. Además, se están usando y experimentando con otros materiales como madera o pastas de papel o bien con elementos reutilizados y reciclados de la industria.
Se estima que el gasto de los materiales y los residuos generados por esta tecnología son muy inferiores al que se genera con las tecnologías tradicionales.
Otro aspecto que hablaría a favor de la impresión 3D, es que sus piezas finales son un 50% menos pesados que con la inyección de moldes. Este hecho en industrias como la del automóvil o la de la aviación, es una gran ventaja ya que a menor peso menor uso de combustible que se emite.
Una de las desventajas para el medio ambiente de esta tecnología es el gasto energético. Debido a la necesidad de una fuente de calor o energía láser para deshacer el material plástico que produce las piezas, estas impresoras consumen 100 veces más energía eléctrica que con la fabricación tradicional, comparando piezas de la misma magnitud. Aunque esto genera una problemática grave, podría haber soluciones como el uso de energías renovables o de células fotovoltaicas.
Por otra parte, encontramos que la impresión 3D es un gran aliado para el ciclo de vida de los productos. Esto es debido a que al producirse impresiones por piezas separadas, cosa que permite añadir y reemplazar las piezas en mal estado o viejas y alargar así la vida útil de un producto.
Y el último parámetro a tener en cuenta sería el de la escala de producción. En lo que se refiere a impresión a pequeña escala la impresión 3D es más recomendable que la producción en inyección de moldes. Esto es debido a que el método tradicional por moldes es más perjudicial para el medio ambiente, ya que los métodos que se utilizan generan menos gastos en producciones más largas (mayor cantidad). En contraposición, el gasto eléctrico, por ejemplo que genera la impresión 3D, hace que sea más perjudicial a grandes tiradas de producción, aunque la vuelve una ventaja para producciones pequeñas, en contra de los métodos tradicionales.
Podemos observar pues, que aunque aún hay aspectos que mejorar, nos encontramos con una tecnología que ya propone muchas mejoras en lo que se refiere a cuidar el medioambiente.